
El filósofo islámico iraní Esmaeil Mansouri Larijani cree que la respuesta está en una comprensión y práctica más profunda del taqwa.
“Taqwa no significa sólo abstenerse de comer y beber”, dice Mansouri. Significa ponerse bajo la tutela de Dios. Es una forma de vida arraigada en la constante conciencia de lo Divino.
Citando el versículo coránico: “¡Oh, creyentes! Se os prescribe el ayuno… para que alcancéis la taqwa”, Mansouri explica que el objetivo final del ayuno es transformar el corazón en un santuario para Dios.
"Cuando decimos ittaqū Allāh –usualmente traducido como 'temer a Dios'– significa más apropiadamente 'preservar a Dios dentro de uno mismo'. “Se trata de mantener la presencia divina en el corazón”.
Según Mansouri, el Ramadán ofrece una oportunidad única para la purificación interior. “Nuestros corazones, que una vez fueron corredores de deseos mundanos y susurros satánicos, se convierten en el santuario de Dios durante este mes”, dice. "Hemos limpiado la casa de nuestra alma y ahora nuestra tarea es protegerla."
Citando al Imam Sadiq (P) —“El corazón es el santuario de Dios; no permitas que nada más que Dios more en él”— advierte contra permitir que las distracciones y tentaciones mundanas reclamen el espacio espiritual que queda vacante durante el Ramadán.
Para ilustrar este punto, Mansouri utiliza una analogía agrícola: «Ramadán es como plantar una semilla. El resto del año es el momento de protegerla, regarla y cuidarla hasta que dé fruto. Si lo descuidamos ahora, corremos el riesgo de perder todo lo ganado».
Él enfatiza que mantener el taqwa requiere una autoconciencia constante. “Cada uno sabe lo que realmente le une”, explica. “Si la fama, la riqueza o la ira continúan atormentándote después de Ramadán, significa que aún no te has liberado”.
Mansouri también sugiere herramientas espirituales prácticas: el recuerdo frecuente de Dios a través de los nombres divinos, la reflexión constante y la cercanía a los textos devocionales. Entre las invocaciones recomendadas están “Ya Rahman, Ya Rahim” y “Ya Hannan, Ya Mannan”, que deben repetirse diariamente. Recomienda a los lectores obras clásicas como Tazkirat al-Muttaqin y Taziyaneh-ye Solouk para obtener más material para reflexionar.
Para concluir, destaca que la espiritualidad debe convertirse en un estilo de vida. “Estar con Dios es la forma más dulce de alegría”, dice. “Otros placeres se desvanecen, pero la alegría del recuerdo divino se profundiza con el tiempo”.
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