Mucho se ha escrito acerca del Imam Jo¬meini y, sin duda, mu¬cho más se escribirá en los años, décadas y siglos por ve¬nir. Pero en el caso del Imam Jomeini, los escritores de ne¬crológicas no tuvieron la última palabra, pues su muerte marcó el comienzo de una le¬yenda, el cimiento de un nuevo Jomeini cuya influencia conti¬núa guiando y modelando el destino de la ummah (comuni¬dad musulmana) y de las futu¬ras generaciones.
El Imam Jomeini ha desapare¬cido físicamente, pero vive en el corazón de millones de mu¬sulmanes, y su legado de luz y justicia crece día a día y se ex-pande, y triunfará sobre todos los enemigos del Islam, In sha’ Allah.
La vida del Imam Jomeini es un ejemplo que inspirará a los musulmanes y a las futuras ge¬neraciones.
El Imam Jomeini nació como Ruhol•lah al-Musawi el 20 de Yamâdi az-Zâni de 1320, el 24 de septiembre de 1900 según el calendario occidental, que es también la fecha del naci¬miento de Hadrat Fâtimah az-Zahrâ, la paz sea con ella, la querida hija del Profeta Muhammad, la bendición y la paz sean con él y su descen¬dencia purificada, que fue es¬posa del Comandante de los Creyentes ‘Alî Ibn Abî Tâlib, la paz sea con él, y ma¬dre de Hasan y Husain, la paz sea con ambos, los Señores de los jóvenes del Paraíso. Una fecha sin duda muy favorable. Nació en Jomein, una pequeña ciudad situada a unos tres¬cientos ki¬lómetros al sudoeste de Teherán, de donde proviene el apodo por el que se le co¬noce en todo el mundo, Jo¬meini (natural de Jomein: los aiatu-llahs generalmente toman el nombre de su lugar de ori¬gen). Su familia desciende de una rama directa del séptimo Imam de los musulmanes, Musa Al-Kâzhim, la paz sea con él, que murió mártir en el año romano de 799, envene¬nado por orden del tirano abasida Harûn Ar-Rashîd, por eso el Imam Jo¬meini llevaba el turbante negro que le acredi¬taba ser descen¬diente de la fa-milia del Profeta Muhammad (BP).
Jomein está situado en una zona especialmente religiosa, en pleno corazón del Irán, en la provincia de Markazí, a unos 1700 metros de altitud sobre el nivel del mar. En la época en que creció el futuro Imam, la ciudad tenía unos 16000 habi¬tantes. Nacido en una familia de comerciantes muy religio¬sos, su abuelo Saiied Ahmad era conocido como al-Hindi (el hindú) porque había pasado gran parte de su vida predi¬cando el Islam en la India.
Su padre fue un conocido Aiatullah, llamado Mustafa al-Musawi, que recibió un disparo en la cabeza y murió mártir, asesinado por los agentes de unos terratenientes acomoda¬dos, como consecuencia de ha¬ber defendido la causa de algu¬nos de sus arrendatarios granje¬ros cuando Ruhol•lah al-Mu¬sawi tenía solo cinco meses de edad. Dejaba tres hijos y tres hijas. Ruhol•lah fue educado por su madre y su tía. Las dos mujeres fallecieron cuando Ruhol•lah tenía 16 años, fecha en la que pasó a vivir con su hermano mayor Saiied Mur-teza, convertido más tarde en el Aiatullah Pasandideh, que le inició en los estudios religio¬sos.
Corría el año de 1919. En una alejada ciudad, al borde del desierto, un sabio maestro de¬cía a un alumno de 17 años: “Aquí no hay nada más que puedas aprender. Te he en¬señado todo lo que sé”. El jo¬ven se había convertido en un talabah (palabra árabe que tra¬ducida quiere decir: el busca¬dor). Para este inteligente joven de finos y firmes modales, el lugar natural para continuar sus estudios era la ciudad sagrada de Nayaf donde se encuentra el mausoleo del Imam ‘Alî Ibn Abî Tâlib (P), en la Mesopo¬tamia (Irak actual), pero cuando preguntó cómo hacer para llegar allí, se le contestó que solo alcanzaría Nayaf si recibía visa del cónsul inglés, puesto que los ingleses ocupa¬ban Bagdad desde marzo de 1917. El joven reflexionó y encontró que era inadmisible pedir permiso a los infieles para estudiar el Islam en una universidad del Islam. Muchos le aconsejaron, que si no iba a Nayaf fuera a Aligarh, a su entonces moderna universidad islámica. Pero Aligarh quedaba en la India, y también se re¬quería visa de los ingleses.
Ya sea para ir hacia el Este o al Oeste hay que pedir autoriza¬ción a los enemigos del Islam, meditó el joven. ¿Y dónde ir en Irán? Se sintió en una en-crucijada. El joven desde los diez años, escribía profundas ondas y sonetos. El poeta en él se sintió atraído por una ciudad donde aun reinaba la paz del Islam, la perfumada villa de Arak, con sus inmensos y colo¬ridos jardines. Las flores de Arak curarían su frustrada ten¬tativa. Allí aprendería no solo lo concerniente a la teología, sino también sobre las causas de por qué los musulmanes ne¬cesitaban visa británica para viajar a través del territorio is-lámico.
Este joven silencioso, de mirada profunda y piadosa, no era otro que nuestro querido Imam Jomeini, Dios exalte su morada en el Paraíso.
Cuando, en 1921, Ruhol•lah Jomeini fue a estudiar teología islámica a la ciudad de Arak, a unos cuarenta y cinco kilóme¬tros al norte de Jomein, con el famoso sabio Aiatullah Ab¬dulkarim Ha’iri, lo más seguro sería que su carrera le llevase a convertirse en un religioso más, dedicado a dar sermones en la mezquita de su ciudad y preocuparse solo por la pureza de los rezos. Dice el Imam Jo¬meini en su libro “El Gobierno Islámico” (Hukumate islami):
“Debemos presentar al pueblo el Islam en su auténtica forma, para que nuestra juventud no caricaturice a los clérigos sen¬tados en cualquier esquina de Nayaf o Qom, estudiando las cuestiones de la menstruación y el parto en lugar de intere¬sarse por la política, y obtener la conclusión de que debe sepa-rarse a la religión de la política. Esta consigna sobre la separa¬ción entre la religión y la po¬lítica y la exigencia de que los estudiosos islámicos no inter-vengan en asuntos políticos y sociales ha sido formulada y extendida por los imperialistas: sólo los profanos repiten eso. ¿Estaban separadas religión y política en tiempos del Profeta (BP)? ¿Existe un grupo de clé¬rigos, por un lado, y un grupo de políticos y líderes, en oposi¬ción a ellos? ¿Estaban separa¬das religión y política en la época de los califas –aun cuando no fueran legítimos- o en tiempos del Comandante de los Creyentes (P)? ¿Existen dos autoridades separadas? Estas consignas y clamores han sido promovidos por los imperia-listas y sus agentes políticos para evitar que la religión co¬ordine los asuntos de este mundo y conforme la comuni¬dad musulmana, y a la par crea un abismo entre los eruditos islámicos, por un lado, y las masas y aquellos que luchan por la libertad e independencia, por otro. Así, ellos han sido capaces de dominar nuestro pueblo y saquear nuestros re¬cursos, lo que siempre ha sido su objetivo final.
Si nosotros musulmanes, no hacemos más que ocuparnos en plegarias canónicas, súplicas a Dios o invocar Su Nombre, los imperialistas y los gobiernos opresores, aliados de ellos, nos dejarán tranquilos. Si decimos hoy: “Permitidnos concentrar¬nos en hacer el llamado a la oración (adhân) y decir nues¬tras plegarias. Dejadlos que vengan y nos roben todo lo que es nuestro. Dios cuidará de ello. No hay poder ni refugio excepto en Él, y si Dios quiere seremos recompensados en el más allá”. Si esta es nuestra lógica, ellos no nos molestarán.
Una vez durante la ocupación de Irak, un determinado oficial británico preguntó: “¿Es acaso este adhân que se oye procla¬mar desde el minarete, dañino para la política británica?”. Cuando se le explicó que era inofensivo, dijo: “Entonces permitid que se llame a la ora¬ción todo lo que se quiera”.
Si no ponemos atención a la po¬lítica de los impe¬rialistas, y consi¬deramos que el Is¬lam son solo unos cuantos tópicos que siem¬pre se estudian sin ir nunca más le¬jos, entonces los impe¬rialistas te dejarán tran¬quilo. Reza tanto como quieras, es tu petróleo por lo que van, ¿por qué se van a molestar por tus oraciones? Vienen por nuestros minerales, y quieren transfor¬mar nuestro país en un mer¬cado para sus productos. Esta es la razón por la que los go¬biernos títeres que ellos han instalado nos previe¬nen contra la industrialización, y, en su lugar, solamente ins¬talan in¬dustrias y plantas de montaje que dependen del mundo exte¬rior. (Fuente: El Mensaje del Islam Nº 8)
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