
Zohreh Akhavan-Moqaddam, profesora de la Universidad de Ciencias Coránicas, hizo estas declaraciones el domingo en un seminario titulado “La manifestación de la dignidad de la mujer en la tradición fatimí”, organizado por el Instituto Bayt al-Ghadir.
El evento se celebró en vísperas de las festividades que conmemoran el aniversario del nacimiento de Fátima (P), hija del Profeta Muhammad (PBUH), venerada por los musulmanes por su piedad, compasión y liderazgo moral.
Akhavan-Moqaddam explicó que el Corán distingue entre dos tipos de dignidad humana: la innata y la adquirida.
Describió la dignidad intrínseca como el honor que Dios ha otorgado a todo ser humano, citando la expresión coránica: “Soplamos en él de Mi espíritu”.
Añadió que los seres humanos han sido encargados del jilāfah (mayordomía), lo cual cobra sentido cuando la persona cultiva cualidades nobles.
Luego expuso las vías hacia la dignidad adquirida, señalando que Dios ha concedido al ser humano “las bendiciones de la inteligencia, el libre albedrío y la vida”, y que cada don conlleva responsabilidad. Subrayó la rendición de cuentas no solo ante Dios y uno mismo, sino también ante los demás e incluso ante el mundo natural.
En cuanto a la relación entre individuo y sociedad, dijo que ambos se moldean mutuamente. Una persona digna, señaló, contribuye a una comunidad con principios, mientras que la ética social ayuda a nutrir el crecimiento personal.
Una parte importante de su intervención se centró en la modestia y el hiyab. Señaló que la lógica de la modestia se basa en proteger lo que es valioso.
“Dios ha dado a la mujer una mayor belleza y quiere que esta belleza permanezca resguardada”, afirmó. Enfatizó que promover la modestia requiere un trabajo cultural.
Si bien reconoció que el hiyab implica ciertas limitaciones, argumentó que tales límites también “proporcionan protección”, comparándolos con otras prácticas religiosas como el ayuno y la oración.
Al referirse al modelo fatimí, dijo que Hazrat Fátima (P) demostró excelencia tanto en el hogar como en la sociedad, rechazando los extremos del aislamiento o de la exposición sin restricciones. Destacó los roles equilibrados de Fátima como adoradora, esposa, madre y miembro de la comunidad.
Hizo un llamado a las mujeres musulmanas a abrazar una comprensión holística de la dignidad, basada en la devoción, la equidad en los roles familiares, la compasión hacia los vecinos y el cuidado de los vulnerables.