En el inicio de su primer sermón, tras recalcar la importancia del temor de Dios como vía hacia la obtención de la ayuda divina para alcanzar el éxito y resolver cuestiones tanto de índole personal como social, el máximo dirigente persa ha procedido a recitar unas aleyas de la bendita sura coránica de Abraham sobre el recuerdo de los Días de Dios y a expresar su agradecimiento por tales bendiciones.

La orden divina al profeta Moisés (P) de recordar a su pueblo los Días de Dios es, ha indicado el Líder de la Revolución Islámica, una señal de la importancia de esos días y del agradecimiento por ellos para la guía de las personas «pacientes y agradecidas», dotadas de temple y perseverancia, que no abandonan la liza al mínimo contratiempo y que, al ver las bendiciones concedidas por Dios, tanto en sus aspectos evidentes como en los ocultos, reconocen su valor y se sienten responsables por haberlas recibido.

Si la sura de Abraham descendió en el período de la estancia del Profeta Muhammad (PB) en La Meca, es decir, en el punto álgido del combate y la resistencia de los musulmanes frente al descreimiento, fue para dar a los creyentes la buena nueva de que el Altísimo les iba a hacer testigos de nuevos Días de Dios y para hacerles saber que, si actuaban con agradecimiento, los esperaban más victorias aun, ha proseguido el ayatolá Jameneí.

«Día de Dios es el día en que se ve la mano del poder divino en los acontecimientos. De manera que, cuando decenas de millones de personas en Irán y cientos de miles en Irak y otros países salen a la calle en defensa de la sangre del comandante de la Fuerza Qods, formando la mayor despedida que se haya dado en el mundo, se trata de un ejemplo de Día de Dios, porque tras esa grandeza no hay otra causa que no sea la mano del poder divino», ha señalado el Líder iraní, tras apuntar al carácter excepcional de las dos últimas semanas, cargadas de sucesos tanto dulces como amargos, amén de instructivos, para la nación iraní.

Respecto al otro Día de Dios en cuestión, el del ataque del CGRI a la base estadounidense de Ain al-Asad, en la provincia occidental iraquí de Ambar, el Líder de la Revolución ha considerado que, «cuando una nación da una bofetada con ese poderío y esa fuerza de espíritu a una potencia mundial arrogante y prepotente, es indicio de la mano del poder divino, por lo que ese gran día es también uno de los Días de Dios».

Los Días de Dios son puntos de inflexión que marcan la historia y que dejan «huellas perdurables y eternas en la vida, el espíritu y el modo de ser de las naciones», ha incidido el ayatolá Jameneí, para a continuación indicar a propósito de la sociedad iraní que, gracias a su naturaleza paciente, «ha mantenido siempre a lo largo de los años su agradecimiento por las gracias divinas con una perseverancia ejemplar».

En este sentido, el Líder de la Revolución ha aludido a las dimensiones materiales y espirituales de los multitudinarios cortejos fúnebres formados para el mártir Soleimaní y ha llamado a los presentes a preguntarse qué fuerza, si no la mano de Dios, puede dar origen a un milagro como el de la salida apasionada a las calles de tales masas humanas inauditas, 41 años después del triunfo de la Revolución islámica.