Los pequeños aprendieron a escribir sus nombres en árabe y se hicieron tatuajes de henna en cabinas situadas fuera dee la mezquita.
Para el organizador, Sabeera Azhar, la experiencia debía ser más que un pequeño vistazo a la mezquita, necesitaba ser auténtica.
«Si solamente sientas a las personas y empiezas a darles una charla o conferencia, no será lo suficientemente efectivo» dijo Azhar.
«Aprendes mediante las acciones de las personas y por su personalidad. Cuando ves a las personas en un castillo inflable, usando ropas tradicionales e interactuando con niños, eso es personalidad. Allí es donde aprendes qué es el islam»
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