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Abdul Ahad Dawud, el obispo que se convirtió al Islam

7:10 - March 05, 2016
Noticias ID: 3500271
IQNA - Abdul Ahad Dawud, es el nombre islámico del antes reverendo David Benjamín Keldani, sacerdote católico de la secta unitaria caldea (nestorianos).

Keldani nació en 1867 en Urumiyeh, Persia (hoy República Islámica de Irán). Y recibió educación primaria en esa misma ciudad. Entre 1886-89 (tres años) formó parte del staff docente de la misión del Arzobispo de Canterbury a los cristianos asirios (nestorianos) en Urumiyeh, En 1892 fue enviado por el cardenal Vaugham a Roma, donde cursó estudios teológicos y filosóficos en el Colegio de la Propaganda Fide, y en 1895 fue ordenado sacerdote. En 1892 el profesor Dawud contribuyó con una serie de artículos en The Tablet sobre «Asiría, Roma y Canterbury», y también en el Irish Record sobre «La autenticidad del Pentateuco». Realizó varias traducciones del Ave María en diferentes idiomas. Mientras estaba en Constantinopla en camino hacia Irán en 1895, escribió varios artículos en inglés y francés para el periódico The Levani Herald, sobre las «Iglesias orientales». En 1895 se unió a la Misión Lazarista Francesa en Urumiyeh y publicó, por primera vez en la historia de esa misión, un periódico en la lengua vernácula siríaca llamado Qala La-Shara, es decir «La Voz de la Verdad».

En 1897 fue designado por dos de los arzobispos caldeos, de Urumiyeh y de Salmás, para representar a los católicos orientales en el Congreso Eucarístico celebrado en Paray-le-Monial, Francia, bajo la presidencia del cardenal Perraud. Esta fue desde luego una invitación oficial. El ensayo leído en el Congreso por el Padre Benjamín fue publicado en los Anales del Congreso Eucarístico, llamado «Le Pellerin» (El Peregrino), de ese año. En ese ensayo el Arcipestre caldeo (tal era su título oficial) deploraba el sistema católico de educación entre los nestorianos, y preanunciaba la inminente aparición de sacerdotes rusos (de la iglesia ortodoxa) en Urumiyeh.

En 1888 el padre Benjamín retomó a Irán. En su villa natal, Digala, distante una milla de la ciudad, abrió una escuela gratuita. Al año siguiente fue enviado por las autoridades a hacerse cargo de la diócesis de Salinas, donde un agudo y escandaloso conflicto se había suscitado entre el Arzobispo caldeo Judabash y los padres lazaristas, amenazando con un cisma. Se convirtió así en obispo.

El día del año nuevo de 1900, el padre Benjamín pronunció su último y memorable sermón ante una numerosa congregación, que incluía a muchos armenios no católicos y otros, en la Catedral de San George Jorovabad, en Salmás. El tema del sermón fue "Un nuevo siglo, y nuevos hombres”. Pasó revista al hecho de que los misioneros cristianos, antes de la aparición del Islam, habían predicado el Evangelio en toda Asia, llegando a tener muchos asentamientos en la India (especialmente en la costa Malabar), en Tartaria, China y Mongolia, y que habían traducido el evangelio al turco uighur y a otras lenguas. Y destacaba el hecho de que las misiones católicas, americanas y anglicanas, además del poco bien que habían hecho a la nación asirio-caldea en la forma de educación primaria, habían dividido a la nación (Persia, Kurdistán y Mesopotamia) en numerosas sectas hostiles que se dirigían hacia un colapso definitivo. Aconsejaba consecuentemente a los nativos que hicieran algunos sacrificios para valerse por sí mismos, parándose sobre sus propios pies como hombres, para no depender de las misiones extranjeras. El sermón era del todo correcto en principio, pero sus observaciones y críticas eran contrarias al interés de los misioneros (que no era otro que el interés de las potencias colonialistas).

Este sermón provocó que el delegado apostólico, Monseñor Lésné se trasladara inmediatamente de Urumiyeh a Salmás, y ambos retornaron poco después a Urumiyeh. Allí se había establecido desde 1899 una nueva misión rusa. ¡Los nestorianos abrazaban con entusiasmo la religión del Zar de todas las Rusias!.

Así, cinco grandes y ostentosas misiones —americanos, anglicanos, franceses, alemanes y rusos—, con fuerte respaldo de ricas sociedades religiosas, cónsules y embajadores, se esforzaban por convertir a cerca de cien mil asiriocaldeos de la herejía nestoriana a una u otra de las cinco herejías. Pero fue la misión de Rusia la que pronto superó a las otras, y la que, en 1915, empujó a los asirios de Persia (Irán) así como a las tribus montañeses de Kurdistán que habían por entonces emigrado de las llanuras de Salmás a Urumiyeh, a tomar las armas para rebelarse contra sus respectivos gobiernos. El resultado fue que la mitad de este pueblo pereció en la guerra y el resto fue expulsado de sus comarcas natales.

La gran cuestión que había estaba dando vueltas en la cabeza de este comprometido sacerdote en busca de una solución se aproximaba a su clímax. ¿Era el cristianismo, con todas sus múltiples formas y colores, con sus escrituras corruptas y espurias, la verdadera religión de Dios?.

En el verano del 1900 se retiró a su pequeña villa en el medio de viñedos cerca de la famosa fuente de Cháli Boulaghi en Digala, y se dedicó todo un mes a la oración y la meditación, releyendo las escrituras en sus lenguas originales.1

La crisis concluyó en una renuncia formal a sus funciones sacerdotales francamente explicada en una carta que dirigió al Arzobispo de Urumiyeh, Monseñor Tonina Audu. Todos los intentos hechos por las autoridades eclesiásticas para hacerlo desistir de su decisión fueron en vano. No se trataba de ninguna disputa o asunto personal del padre Benjamín con alguno de sus superiores, sino que era una cuestión de conciencia.

Durante varios meses el Sr. Dawud (como se llamó posteriormente) se empleó en Tabriz (Irán) como inspector en el Servicio Postal y Aduanero bajo expertos belgas. Poco después entró al servicio del príncipe heredero Muhammad ‘Ali Mirza como maestro y traductor.

En 1903 volvió a visitar Inglaterra para unirse a la Asociación Unitarista. Y en 1904 fue enviado por dicha asociación para realizar una labor educativa y de esclarecimiento entre la gente de su país. En su viaje de vuelta a Irán visitó Constantinopla, y después de varias entrevistas con el Sheij Al-Islam Yamaluddín Effendi y otros ulemas, abrazó el Islam con el nombre Abdul Ahad Dawud.2

Cuando se le preguntó por qué había adoptado el Islam escribió: «Mi conversión al Islam no puede atribuirse a otra causa que no sea la graciosa guía de Dios Altísimo. Sin Su Guía Divina todo el estudio, la búsqueda y otros esfuerzos en busca de la verdad pueden conducirlo a uno al fracaso. Desde el momento en que creí en la Unidad Absoluta de Dios, su santo Mensajero Muhammad se convirtió en el modelo de toda mi conducta».

El caso de Abdul Ahad Dawud, entre otros cristianos que adoptaron el Islam tanto en el presente como en el pasado, tiene una especial relevancia por lo extraordinario de su figura. Era un hombre de la jerarquía católica, pero perteneciente a una de esas antiguas sectas orientales (aún vinculadas con Roma pero muy anteriores a ella) imbuidas de antiguas tradiciones y particularidades teológicas. El profesor Dawud, por lo demás, era un hombre comprometido con la fe y la verdad, lo cual se deduce fácilmente de algunos episodios de su vida arriba relatados, y estaba dotado de una erudición notable tanto en teología (había estudiado en Roma), como en las diversas lenguas antiguas en que se expresaron o volcaron sus escrituras tanto judíos como cristianos, así como en el conocimiento de las iglesias orientales. Esto le permitía una visión de la realidad respecto tanto de la doctrina como de las fuentes que difícilmente tiene cualquier sacerdote hoy día, salvo poquísimos especialistas, sumado a haber experimentado en carne propia, en su pueblo y su comarca, la lucha encarnizada de las sectas por las migajas de este mundo, importándoles un bledo la causa de la Verdad y la Justicia.

Notas

1. Uno de los rasgos más notables del profesor Dawud es su profundo conocimiento de tantas lenguas antiguas y modernas, esenciales para un estudio comparado de las escrituras. El profesor Dawud dominaba el siríaco, el arameo, el árabe, el hebreo, el latín, el griego, además de varias lenguas modernas como el persa, el turco, el inglés (en que escribió originalmente los artículos de esta obra) y el francés.

2. El nombre elegido es muy sugestivo: «El siervo del Único, David», con lo cual seguramente quiso destacar el carácter de la doctrina islámica por sobre la teología trinitaria de las distintas escuelas cristianas.

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