
El Dr. Taghreed al-Amawi decidió permanecer en el corazón de la batalla en el norte de Gaza, negándose a evacuar. Llevaba dentro de sí un coraje indescriptible para continuar su misión humanitaria de salvar vidas humanas en medio del genocidio israelí.
El día que comenzó la guerra israelí en Gaza, Taghreed no dudó en cumplir con su deber profesional, continuando trabajando en el hospital Kamal Adwan a pesar de la intensificación de los bombardeos y los peligros que amenazaban su vida y la de quienes lo rodeaban.
Veinte días después, en un momento inesperado, su tercer hijo, Mohammad, nació dos meses antes de tiempo, por lo que tuvo que ser colocado en una incubadora y apoyado por un ventilador.
Taghreed no pudo quedarse con su bebé por mucho tiempo, ya que las terribles condiciones de seguridad debido al bombardeo israelí impidieron el traslado de Mohammad a otro hospital. Esto la obligó a abandonar físicamente el hospital, pero su corazón permaneció con el pequeño. Siguió vigilando diariamente su salud, a pesar de la destrucción de su casa y de los continuos bombardeos que no dejaban ningún lugar seguro.
A medida que pasaban los días, en medio de esperanzas vacilantes y una ansiedad constante, Taghreed intentó encontrar soluciones para salvar la vida de su hijo. Logró conseguir algunos medicamentos necesarios con la ayuda de sus colegas en el enclave, pero la crisis empeoró cuando el hospital se quedó sin combustible y detuvo los ventiladores. En un momento de esperanza, Taghreed transfirió el único cilindro de oxígeno disponible de su clínica al hospital, donde fue utilizado para mantener con vida a Mohammad por un tiempo.
El 20 de noviembre de 2023, tras una dura lucha contra la enfermedad, Mohammad falleció como mártir. La despedida no fue como una madre hubiera querido; Taghreed contó su testimonio, seguido por el Centro Palestino de Información y el Centro Palestino de Derechos Humanos. Perdió el derecho a abrazar a su hijo por última vez e incluso la posibilidad de enterrarlo en un lugar digno: Mohammad fue enterrado en el patio del hospital Kamal Adwan, en una escena que las palabras no pueden describir.
La tragedia no terminó ahí. A medida que aumentaban los bombardeos y continuaban los desplazamientos, Taghreed se encontró en la Escuela Preparatoria para Niños de Jabalia, entre miles de personas desplazadas.
A pesar de las heridas y la asfixia provocadas por los gases lacrimógenos, Taghreed decidió llevar esperanza ofreciendo servicios médicos a los desplazados mientras los bombardeos continuaban por todas partes. Este es el desafío que tuvo que afrontar, pero el espíritu de solidaridad y esperanza que encarna la impulsó a continuar esta batalla humanitaria.
Su mensaje es claro: a pesar de las profundas heridas que la guerra ha causado en su corazón, todavía pide al mundo que actúe. “A todos los que tienen la capacidad de ayudar”, dice Taghreed, “en Gaza nos enfrentamos a un genocidio brutal que tiene como objetivo las vidas de niños y mujeres. Le instamos a tomar medidas inmediatas para detener esta horrible guerra".
Ésta es la historia que cuenta Taghreed: una madre que ha perdido a un hijo pero no ha perdido la esperanza. La historia de un médico que eligió estar en primera línea para proteger la vida de los demás, sacrificando todo para salvar una vida inocente en el corazón de una guerra despiadada.
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